jueves, 28 de marzo de 2019

Reseña de El Monstruo de colores

     Cuando una editorial como Devir organiza un sorteo en sus redes sociales todo dios decide participar por tal de llevarse una copia del juego sorteado. Y de esta manera tan simple es como El monstruo de colores llegó a nuestra ludoteca. Nuestra socia Amanda Rodríguez Torondel tuvo la suerte de ser la elegida para llevarse la copia de este título que Devir sorteó hará cosa de un par de meses más o menos. 




Tiempo medio de juego:
15-20’
Número de jugadores:
2-5
Edad:
4+
Editorial:
Devir
Dificultad de aprendizaje:
Baja
Tipo de juego:
Memory, cooperativo, party game



       Voy a decir lo que muchas reseñas de las que circulan por Internet dirán sobre este juego: que está basado en un best seller o, más bien, que es la versión en juego de mesa de uno de los libros más vendidos cuya publicación fue en el año 2012. 

       ¿De qué va el juego? Nuestro querido Monstruo tiene un lío emocional y necesita la ayuda de jóvenes jugadores. Cinco de los ocho tarros que componen el juego aguardan a ser llenados de nuevo con sus respectivas emociones. El problema es que no sabéis qué emoción representa cada tarro, ya que estos están volteados y colocados aleatoriamente en los dos estantes. Por lo tanto, se trata de poner cada una de las emociones, representadas por fichas, dentro de sus tarros pertinentes. Lanzando el dado os iréis desplazando por el tablero de juego. Cuando os detengáis, por ejemplo, en la casilla de la tristeza tendréis que decir en voz alta y al resto de participantes algo que os ponga tristes. Por consiguiente, cogeríais la ficha de tristeza del tablero, la cual introduciríais dentro de uno de los ochos tarros volteados. A continuación, a dicho tarro le daríais la vuelta y comprobaríais si es el de la tristeza: 

- Si lo es, habéis hecho bien. El tarro quedará girado para el resto de la partida, mostrando a los jugadores la emoción tristeza.

- Si es cualquier otra emoción (no coincide) devolveríais la ficha de tristeza al tablero y volveríais a girar el tarro elegido, de tal manera que vuelva a oculta la emoción que represente. Es tarea vuestra acordaros, pues, qué emoción es dicho tarro

- Si es un revoltijo de emociones este se queda girado, visible para siempre, y se cambia la posición en los estantes de dos tarros que aún estén sin voltear, es decir, se intercambia la posición de dos que todavía estén ocultando las emociones que representen cada uno. 

     
     Ganáis si lográis unir las cinco emociones (tristeza, rabia, calma, miedo y alegría) con sus respectivos tarros. Perdéis si hay a la vista al mismo tiempo tres revoltijos de emociones.



¡Disfrutad del vídeo!





* Conclusión

          La idea de El Monstruo de colores es buena: por un lado es un memory de toda la vida y por otro pretende hacer que los niños trabajen su inteligencia emocional, es decir, jugando aprenden a gestionar sus emociones expresándolas al resto de jugadores diciendo frases que las representen. ¡Me da miedo la oscuridad!, me calma estar con mi mejor amiga, estoy triste cuando mi perro esta enfermo... por poner algunas frases que podrían salir de la boca de un niño de cuatro años (yo no tengo perro). 

         Como ya he mencionado antes, el título no deja ser un memory en el que los jugadores tendrán que ir acordándose en todo momento de qué emoción representa cada uno de los ocho tarros que hay colocados en los dos estantes. Cinco de ellos son las emociones (calma, rabia, miedo, tristeza y alegría) y los otros tres son los revoltijos de emociones. Cuando los niños fallan al introducir una ficha de emoción en un tarro que no es el correspondiente (colocar por ejemplo la ficha de miedo en el tarro de la alegría) deben dejar dicho tarro de nuevo en el estante ocultando la emoción que represente. A raíz de aquí deben acordarse qué emoción representa ese tarro. Hay que añadir además que los revoltijos de colores hacen intercambiar la posición en los estantes de dos tarros que tengan sus emociones aún ocultas. Lo ideal en estos casos es no mover aquellos tarros que ya se sepa qué emoción representan. La niña que ayuda al monstruo de colores permite, además, darle la vuelta a uno de los revoltijos de colores que esté visible para ocultarlo de nuevo, ya que si hay tres de estos a la vista al mismo tiempo los niños pierden la partida. 

        Realmente no es complicado hacer memoria de qué emoción representa cada tarro o de si se trata de un revoltijo de emociones, ya que a medida que la partida avanza se van viendo y es tan solo memorizar al fin y al cabo (para un niño de cuatro años evidentemente será más difícil, de ahí la gracia que sea un juego 100% cooperativo y de que los jugadores se ayuden entre ellos). Pienso que el mayor conflicto está en permanecer acordándose (por decirlo de una forma) en todo momento de qué es cada tarro, ya que en el instante en el que se debe decir una frase que represente la ficha de emoción que se acaba de coger se está pensando precisamente en qué decir, y ese pequeño momento de desconexión puede ser fatídico. 

        
        En cuanto al punto sobre la gestión de las emociones, creo es un título que es apto para que jueguen los niños entre ellos bajo la supervisión de un adulto que les ayude a llevar la partida adelante y a no cometer errores. También es idóneo para jugar en familia, sin lugar a dudas. Para que jueguen adolescentes o adultos entre ellos, ya depende de gustos. Yo cuando lo he testeado con los de mi asociación la verdad es que me pegué unas buenas risas, puesto que nuestra mentalidad no es la misma que la de un niño y se llegaron a decir bastantes barbaridades. No lo veo realmente un juego aburrido para ningún margen de edad si se le sabe dar su cierto toque de gracia. Ahora bien, igual que jueguen adultos con niños puede resultar aburrido, a menos que sean sus propios padres, pero eso ya es cuestión de cada uno en mi opinión. 

         
         A mí personalmente El monstruo de colores me gusta y apostaría por él en vuestras ludotecas si tenéis niños o si sois adultos a los que os vaya la marcha diciendo sandeces. No obstante, voy a resaltar los puntos flacos (nada graves) que le he visto, que no todo es tan bonito. En primer lugar, el precio que suele tener en tienda ronda los treinta euros y el contenido, en su mayoría, es aire puro. Yo creo que la caja la podrían haber hecho algo más pequeña para abaratar un poco el precio. Eso sí, reconozco que los componentes son una obra maestra, son tan gordos y duros que serían capaces de abrirles la cabeza a alguien si se los tiras con ganas y rabia (nunca mejor dicho). Veo que es mucho cajón para realmente el poco material que tiene, aunque sea de muy buena calidad. 

        En definitiva, El monstruo de colores se quedará en nuestra ludoteca, y muy probablemente para siempre. A ver cuántas mesas llenas de niños llega a ver.








      

miércoles, 13 de marzo de 2019

Reseña de The Mind

       The Mind... La primera vez que probé este título en Ziggurat Jocs de Castelldefels me pareció muy curioso y original. Al final me lo acabaron regalando los reyes magos del año 2019. Desde entonces hasta la actualidad he jugado veinticuatro partidas a este juego, de las cuales solo tres han sido victorias. Apunto la cantidad de partidas que hago a cada juego en un archivo excel, así como quién es el ganador en cada una de ellas. Es un título de pequeño formato, barato y la hostia de divertido, con el que te acabas riendo un montón gracias a esos momentos incómodos de silencio a los que te somete. ¿Quién se atreverá a lanzar la siguiente carta? 

Queridos seguidores de Khyndrak, ¡bienvenidos a la videoreseña de The Mind!
     


Tiempo medio de juego:
20’
Número de jugadores:
2-4
Edad:
+8
Editorial:
Mercurio Distribuciones
Dificultad de aprendizaje:
Baja
Tipo de juego:
Party game, cartas, cooperativo



  
       A modo de resumen antes de dejaros el vídeo, vuestra misión en The Mind es superar todos los niveles. Según el número de jugadores que seáis habrá más o menos niveles. El objetivo en cada uno de ellos es jugar las cartas que tengáis en vuestra mano por orden ascendente, teniendo en cuenta que no podéis hablar, hacer señales, dar pistas… es decir, vuestra única arma será el “paso del tiempo” y vuestra propia intuición. En el nivel 1 cada jugador recibirá una carta, en el nivel 2, dos cartas, en el 3, tres cartas… y así sucesivamente. Se juega en tiempo real, no hay turnos en una partida de The Mind, por lo que las cartas las iréis jugando cuando lo veáis conveniente. 

      Por ejemplo: imaginad que tres jugadores comienzan una partida, encontrándose pues en el nivel 1; uno de ellos tiene en su mano la carta número 20, otro la número 55 y el tercero la 60. El jugador que tiene la 20 debería ser el primero en jugarla, seguido por aquel que tiene la 55 y acabando por quién tiene la 60. Imaginad que en el supuesto anterior el de la carta número 60 se hubiese adelantado jugándola antes que quién tiene la número 55; en este caso sería un error, ya que el número 60 está por encima del 55, así que los jugadores perderían una vida. Debéis superar todos los niveles de la partida antes de que os quedéis sin vidas. 

      
       ¡Disfrutad del vídeo!









* Conclusión

       No voy a andarme con rodeos: The mind me encanta, me chifla y no me canso de jugar a él. Ya os digo, desde que lo probé aquella tarde en ese pequeño rincón del vicio de Castelldefels me enamoré de él. Me pirro por esos juegos que presentan ideas originales, y The Mind es brillante como tal. 

       Lo que más valoro de él es el cachondeo que ofrece, esos momentos de parón que hay cuando nadie se atreve a lanzar la primera carta de la ronda o bien la siguiente en orden ascendente, por miedo a cometer un error y a perder una vida. Seamos realistas: The mind llega a picar, consigue crearos ese mono de querer intentarlo una y otra vez hasta superarlo. Cuando a mí me lo regalaron en reyes lo jugamos tres partidas en ese mismo día. Las dos primeras las perdimos, pero la tercera, tras tirarnos una hora jugando, logramos ganarla, venciendo por fin al juego. Aquel día volví a mi casa satisfecho. Sí, tardamos una hora en acabar con éxito el juego, nos lo tomamos muy en serio e hicimos calculados análisis parálisis para intentar cometer el menor número posible de fallos. 

      Por lo tanto, eso de que el juego dure veinte minutos, discrepo. Imagino que irá un poco en función de cómo quiera jugar cada grupo. A nosotros nos gusta ir con toda la calma posible y jugar cada carta en el momento más oportuno y adecuado tras esperar el tiempo necesario. Porque la verdad es que en The Mind no hay que sincronizar las mentes contando números al mismo ritmo que el resto de jugadores, sino que hay que crear una especie de sentido del tiempo sin contar, es decir, hay que esperar al momento oportuno para jugar cada una de las cartas que tengáis en la mano en la ronda actual usando simplemente vuestra intuición y dejando pasar el tiempo. Me explico: si un jugador tiene la carta número 1 en su mano obviamente la jugará nada más empezar la ronda, pero si alguien tiene la 100 está claro que será el último en jugarla. Por consiguiente, si un jugador tiene la 20 en su mano debería tardar bastante menos en jugarla que aquel que tenga la número 50. El problema, y lo que es la gracia del juego, es que el sentido del tiempo (el paso del tiempo) no es para todos los jugadores igual. ¿Cómo se consigue ir, entonces, a la par con el resto de jugadores? ¡JUGANDO PARTIDAS Y MÁS PARTIDAS!

       Y aquí hago hincapié en otro punto que creo interesante de este título: una vez habéis conseguido congeniar con un grupo de jugadores el juego es fabuloso y ya se puede llevar bastante por la mano, cosa que no quiere decir que vayáis a ganar la mayoría de las partidas, porque el juego es difícil de narices. ¿Qué pasa cuando jugáis con jugadores diferentes a aquellos con los que estás acostumbrados a jugar? Pues que tendréis que volver a crear entre todos un nuevo sentido del tiempo, es decir, tendréis que sincronizaros con los nuevos jugadores, lo que viene siendo sufrir derrotas aplastantes en los primeros niveles de la partida incluso. Para un jugador novato The Mind puede resultar un juego poco divertido y muy frustrante, en parte porque su mecánica es en tiempo real y porque cuesta de captar su idea con tan solo una breve explicación de cómo funciona. Hay que darle más de una oportunidad para que acabéis de decidir si os gusta o si os parece una bazofia. En definitiva, es de esos juegos que es necesario aprenderlos sobre la marcha de una partida de prueba, sin tener que dar una chapa inicial. La parte buena, todo sea dicho, es que cualquiera puede aprender a jugarlo porque las reglas son excesivamente sencillas y no hay ambigüedad alguna en ellas.

      Otro punto positivo que le veo al juego es la capacidad que tiene para añadirle formas diferentes de jugarlo. Yo con los de mi trabajo lo he jugado de tres formas distintas: una es la normal y básica; la segunda es sincronizando las mentes con ellos contando del 1 al 100 al ritmo de los segundos de un reloj cualquiera; la tercera es contando del 1 al 100 pero a toda pastilla, que genera un caos total y unas risas tremendas debido a que no da tiempo a lanzar las cartas en el momento adecuado, por lo que acaban incluso desperdigadas por la mesa de la velocidad a la que se llegan a jugar. Lo que pretendo decir en este párrafo es que si la forma normal de jugar a The Mind se os hace algo imbatible o frustrante al principio, siempre tenéis la ocasión de manipularlo un poco para que se os haga más sencillo. No es nada fácil superar el juego utilizando las reglas normales, insisto. 

       En cuanto a número de jugadores, pienso que se adapta bien a cualquier cifra. A dos puede dar la sensación de que el juego es muy fácil de resolver, sobre todo en los primeros niveles de la partida, en los cuales jugaréis con una carta por jugador en el nivel 1, dos cartas por jugador en el nivel 2... Esto se compensa teniendo que superar hasta 12 niveles y disponiendo de tan solo dos vidas, mientras que siendo tres jugadores, a parte de que hay más risas y diversión, hay que superar 10 niveles y se empieza la partida con tres vidas. Con cuatro jugadores hay que superar ocho niveles y se comienza con 4 vidas, no obstante, imaginaros el último nivel con 32 cartas pululando (4 jugadores multiplicado por 8 cartas que tiene cada uno debido a que es el nivel 8...) En definitiva, escala bien a cualquier número de participantes, si bien es mejor jugarlo con tres o cuatro por las risas y el humor. De las tres veces que he ganado a este juegos dos han sido a tres jugadores y la tercero a cuatro. 

      Y creo haberlo soltado todo lo que pienso sobre este título. Lo dicho anteriormente: para mí The Mind es sencillamente original, adictivo, fácil de jugar, rápido de explicar y genera unas ganas locas de picarse por tal de superarlo. Una obra maestra que estará en mi ludoteca para siempre, sin lugar a dudas. 




miércoles, 6 de marzo de 2019

Debate sobre Manuales de juegos de mesa

¡Buenas de nuevo a todos, seguidores de Khyndrak! ¡Sed bienvenidos una vez más a este pequeño rincón de la caverna de nuestro dragoncito dorado! 

      Como bien sabréis ya, la Taberna de Khyndrak es el espacio idóneo para hablar de todo aquello que no son reseñas ni videoreseñas. Esta vez os traigo un tema que seguro que a más de uno de vosotros os ha tocado las narices más de una vez. ¿Qué pasa cuando os compráis un juego de mesa cuyo manual está redactado como el ojete, tiene faltas de ortografía que queman los ojos, las imágenes de los ejemplos no coinciden exactamente con lo que hay escrito...? Imagino que os tocará bastante la moral, puesto que un manual mal redactado, estructurado... puede suponer una complicación obvia para aquellos que nos dedicamos (incluyéndome) a estudiar los juegos, precisamente, leyendo sus manuales. 

        Este vídeo que os dejo aquí, y en el que he colaborado, pone ejemplos de juegos que tenemos en nuestra Gran Wikijuegos, los cuales presentan errores en sus manuales. Intentamos debatir un poco sobre qué puntos clave debe tener un manual para que sea decente y no queme los ojos de aquellos que nos los estudiamos. Todos conocemos ese dicho de que una imagen vale más que mil palabras; hay casos que la imagen vale como mil mierdas.



¡Disfrutad del vídeo!